El jefe
Está acostumbrado a mandar porque ha ejercido
de líder trabajando por cuenta ajena. La mayoría de las veces su networking le
ha ayudado a conseguir fondos suficientes para no tener que preocuparse en
exceso por el dinero en la fase inicial. Más que emprendedor se considera
empresario y su perfil es similar al del gerente.
El iniciador
Para este profesional, ser emprendedor es un estilo de vida. Tiene ideas
fantásticas y cuando ha montado una start up, ya tiene en mente otra iniciativa
que llevar a cabo. Es experto en fomentar el espíritu empresarial, pero no
tanto en hacer sostenible un negocio. Por eso, pasada la fase inicial se
desvincula del mismo. Es el caso de Ángel Herrera, fundador de Bubok
–autopublicación de libros–, quien confiesa: "Soy bueno iniciando nuevos
negocios, pero no tanto consolidándolos. Por eso tras cinco años en Bubok,
decidí ceder el testigo. Eso me dio espacio para centrarme en un nuevo
proyecto, en el que me empeño con la misma pasión que en los anteriores".
El ingenio de este emprendedor y conocer cuáles son sus debilidades es lo que
le hace seguir adelante. Su creatividad y anticipación le sitúa muy cerca del
tipo visionario.
El quejica
Tiene ideas brillantes e incluso dotes para montar
una compañía, pero es el eterno quejica. Cuando decide enfrentarse a un nuevo
proyecto, su forma de actuar lo aboca al fracaso incluso en los inicios. Pero
aún así, nunca se da por vencido y su tesón le lleva a conseguir el éxito.
El contable
Vive obsesionado por controlar los flujos de
caja. Mantener en equilibirio la balanza de ingresos y costes es una garantía
de supervivencia empresarial. El problema surge si el emprendedor se excede en
esta tarea: la innovación y la creatividad son también básicas para mantener en
pie un negocio. Este tipo deja en segundo plano la iniciativa y la inspiración
que todo equipo necesita para avanzar. No piensa tanto en el futuro de su
empresa como en los resultados que le muestra su balance. Puede ser un buen
emprendedor, pero si no consigue limar su obsesión perderá el espíritu que
alimenta la puesta en marcha y consolidación de cualquier start up.
El 'quiero y
no puedo'
Sus ganas e
iniciativa de poner en marcha nuevos proyectos no tiene discusión. Su espíritu
emprendedor está siempre a punto de estallar. Sin embargo, necesita una buena
idea, el dinero suficiente para ponerla en marcha, sobrevivir un par de años y
tener la garantía de que los ingresos comenzarán a fluir. No tiene madera de
empresario y si lo intenta lo más probable es que nunca supere la etapa de
aspirante.
El global
No pretende ganar dinero con su empresa, sino
hacer un mundo mejor. Su entusiasmo le lleva a procurar tener relevancia, por
eso es tildado de mediático. Tiene un gran liderazgo capaz de arrastrar a un
buen número de fans y conseguir un equipo fiel, pero tiene que gestionar bien
su éxito de manera que también sirva para hacer crecer su empresa.
El work
alcoholic
Su start up
es su vida. Es un trabajador incansable, siempre pendiente de su proyecto.
Aaron Levie, fundador de Box, es uno de ellos: trabaja seis días a la semana
hasta la madrugada. Afirma que su "negocio le mantiene increíblemente
estimulado y excitado". En 2012 su empresa facturó 70 millones de euros,
un 160% más que el ejercicio anterior, y a pesar de eso mantiene un nivel de
vida espartano, alejado de los lujos.
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