lunes, 14 de octubre de 2013

LA FUERZA DE LA MOTIVACIÓN


Motivación es la fuerza que impulsa la realización de una acción.

Es darle a la gente los motivos para que alguien quiera hacer algo.

Por otra parte, esa persona debe querer hacer. Esto implica que esa acción tiene que desarrollarse en un ámbito de libertad.

Desde el mismo momento en que a una persona se le da a conocer lo que debe hacer y por qué debe realizarlo, se está poniendo en juego su inteligencia.

Por lo dicho, el miedo nunca resulta motivador. El temor no concilia con la libertad.

La violencia -por ejemplo, la amenaza de un despido- puede mover a una persona, pero no motivarla.
Tampoco debe confundirse la motivación con la adulación. Cuando no son genuinas, frases como Usted es muy capaz, o Tiene porvenir, empleadas para halagar el ego, se emparientan con la manipulación. En su uso no hay apelación a las capacidades, sino más bien a la vanidad y el egocentrismo.


Entonces, motivar es dotar a una persona de motor propio, de modo que no haya que empujarla. Su motor está adelantado y se materializa en la meta inteligentemente conocida y libremente aceptada.

Un subordinado está motivado cuando quiere hacer su tarea. Cuando comprende que lo que se le ordena posee una bondad intrínseca y no supone sólo una respuesta a una orden o un mandato jerárquico.

Un director motivador es aquel que sabe transmitir la razón para que una acción se concrete.

Un subordinado motivado es aquel que ha sido capaz de recibir el mensaje transmitido.

El líder, para ser motivador, necesita poseer algunas condiciones personales: competencia técnica y profesional, conocimiento claro de lo que requiere, capacidad para interpretar el cómo y el quién realizará la tarea.
Además de apelar a la inteligencia y a la libertad de las personas, resulta fundamental no descuidar la sensibilidad, lo que corrientemente llamamos emociones, sentimientos y afectos. El directivo tiene que procurar hacer atractiva la exigencia y animar la ilusión de la meta. Es importante que quien trabaja pueda percibir el futuro y el fruto de su esfuerzo. Si éstos se le presentan promisorios, le ayudarán a contrarrestar el sentimiento de desagrado que, eventualmente, podría tener ante una tarea ardua.

Si se plantea el término libertad, debe contemplarse el hecho de que algunos subordinados no desean ser motivados. Como nadie debe torcer la voluntad del otro, por apreciables que sean sus condiciones de liderazgo, no logrará motivarlo.

Esto no debe interpretarse como un fracaso del líder: es imposible que un directivo sepa a ciencia cierta si toda si la gente actúa por motivaciones o más bien por la relación premio-castigo.
Como el tema de las motivaciones humanas afecta el ámbito de la interioridad y de las libertades personales, debe abordarse siempre desde una perspectiva antropológica sólida. El respeto profundo de las libertades personales excluye de raíz todo tipo de maniobras manipuladoras. El reconocimiento de la dignidad humana elimina la tentación de abordar el paradigmático tema de las motivaciones desde un mero recetario

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