Economista, académico, político, escritor, periodista, filósofo, financiero, mecenas delas artes… John Maynard Keynes
(1883-1946) fue todo eso y además un protagonista de excepción de los
grandes acontecimientos que jalonaron su época. En esta biografía
definitiva, que por fin aparece en castellano, Robert Skidelsky
se adentra en la vida uno de los más lúcidos intérpretes de la historia
de la primera mitad del siglo XX y ayuda a contextualizar sus
obras,entre las que destacan Las consecuencias económicas de la paz
y,sobre todo, La teoría general del empleo, el interés y el dinero, el
texto más importante de economía del último siglo. Robert Skidelsky rememora desde la etapa de formación del joven Keynes
hasta sus vitales contribuciones a la reconstrucción del sistema
económico internacional tras la Segunda Guerra Mundial, pasando por su
relación con el grupo de Bloomsbury, su participación como miembro de la
delegación británica en el Tratado de Versalles que selló el fin de la
Gran Guerra o sus aportaciones al gran debate sobre el sistema monetario
internacional en la década de 1920.
El resultado: una biografía analítica
fundamental para comprender el siglo XX, a la altura de los trabajos de
Ian Kershaw sobre Hitler, los de Ernest Jones sobre Freud o los de Ray
Monk sobre Wittgenstein.
Skidelsky
aborda los orígenes del célebre economista y muestra a un joven que no
iba a tardar en desarrollar una inmensa actividad pública, al tiempo que
mantenía una vida privada poco convencional.
Hasta la publicación de esta biografía, los lectores sólo tenían la imagen de un Keynes economista,
que había reconstruido la economía y aconsejado a los gobiernos de su
época. El mérito de la obra de Skidelsky, respecto a las de sus
predecesores, es el haber ahondado en todo aquello que «por pudor y
excesivo celo en la respetabilidad» se había dejado fuera a la hora de
reconstruir la imagen del célebre economista y en lo cual se englobaba
todo lo que pudiera mostrar una imagen menos sobria de Keynes
como, por ejemplo, sus preferencias sexuales, que una sociedad para la
que la moralidad era virtud no dudaría en interpretar como «conducta
desviada».
Pero Skidelsky hace algo más que restituir en un ejercicio de gran sensibilidad el mundo de la vida privada al retrato «oficial» de Keynes. Se sirve del conocimiento que tiene de la vida privada de Keynes
para arrojar luz sobre la vida que llevó entre los Apostoles de
Cambridge (Society for Conversazione), con su elitismo intelectual y su
apoteosis de las relaciones personales como ámbito en el que alcanzar la
«good life, así como la reconstrucción tecnócrata del liberalismo en la
posguerra.
En pleno debate
ideológico sobre cómo salir de la crisis, la figura de Keynes y su teoría
económica intervencionista adquieren total actualidad. Su última biografía,
escrita por el historiador Robert Skidelsky, desgrana una de las personalidades
más complejas del siglo XX.
¿Qué diria hoy Keynes?
Keynes valoraba como necesaria la intervención del estado en épocas de crisis.
Pero John Maynard Keynes, el histórico economista que apostó
por el endeudamiento del Estado en pos de la dinamización de la economía el
aumento del déficit estatal durante las recesiones económicas pueden compensar
el débil gasto del sector privado, ayudar a la generación de empleo, incentivar
el consumo y mantener el bienestar social, en espera de que se recupere el
sector privado.
Para
Ferguson, no obstante, el endeudamiento sólo lleva a una situación peor de la
que se partía, algo en lo que insiste en su último libro, La grandegeneración
Ferguson
insistió en una idea compartida por los críticos a Keynes: que las teorías del
economista sólo funcionan en el corto plazo y no tienen en cuenta lo que puede
ocurrir con las generaciones futuras.
En
opinión de Blodget, muchos economistas antikeynesianos se olvidan de que
el británico no sólo pidió que los gobiernos se endeudaran durante las
recesiones, además pidió que lograran superávit durante los periodos de
crecimiento económico. “Los políticos nunca han sido capaces de seguir la
segunda parte de la teoría de Keynes, pues incurren en déficit todo el tiempo,
pero parece injusto culpar de este fallo a Keynes”, concluye el periodista.
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