En una
tienda,en estos momentos queramos o no, hay muchos momentos en los que no entran clientes y por
tanto se genera un espacio de tiempo que hay que llenar. Muchos empleados,
incluso comerciantes y dueños de comercios, emplean mal lo que podríamos
denominar “tiempo muerto”.
Dedicamos
mucho tiempo a dilucidar como organizar una tienda, como recibir al cliente,
como atender bien, como comprar, como organizar el stock, como promocionar y
dinamizar el punto de venta, es decir, dedicamos tiempo a estar preparados para
seducir y vender pero la realidad es que una vez todo parece estar listo, los
clientes no entran uno detrás de otro y se generan espacios que suman mucho
tiempo.
En
general se habla poco de este tiempo que queda disponible entre cliente y
cliente, en el que seguro hay muchas cosas que hacer (o inventar) pero que en
la mayor parte de los casos no se emplea bien.
Organizar ese tiempo en el cual debemos decidir si ordenar una estantería, repasar pedidos, hacer
cartelería, anotar incidencias/sugerencias de clientes, entrar en Facebook o
sencillamente dejarlo pasar de algún modo no productivo, irnos a la calle a
fumar, tomar un café o hablar con el vecino de lo mal que van las cosas.
En
primer lugar determinar tareas a realizar
para cuando estamos sin clientes.
Fijar
una serie de objetivos semanales, traducidos en tareas, a cumplir en el “tiempo
muerto”
Pero
lo importante aquí para que uno no se acomode y esté siempre activo y alerta es que
anote otras tareas de “valor añadido”
Tales
como cambiar algún elemento del escaparate, diseñar nuevas etiquetas de precio,
crear alguna promoción, gestionar alguna red social (de modo controlado y con
límite de tiempo y entradas) o indagar en alguna nueva (como Foursquare o
Pinterest), implantar un sistema sencillo que permita analizar o sacar informes
de ventas/márgenes/rotación por secciones/categorías reales (y no tanto por
innumerables familias), indagar en los múltiples estudios de tendencias del
consumidor .
Buscar
algún proveedor nuevo para alguna sección que debamos reforzar, ver que
proveedores debemos abandonar para dar cabida a otros nuevos, implantar un
sistema de gestión de la calidad, etc.
En definitiva mejorar nuestra profesionalización, productividad y competitividad para
estar constantemente dando pequeños pasitos adelante sin prisa pero sin pausa,
para no caer en la desesperante situación de vernos un buen día que hay
demasiado que hacer y poca motivación para ello, porque la montaña es demasiado
alta para subirla y no estamos entrenados para ello.
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