Esto vale tanto para jefes como para
empleados: tomar conciencia de que uno es prescindible no es agradable. Pero
hay que saber vivir con la realidad de que no somos estrictamente necesarios.
1. Lo primero que debemos hacer para
afrontar este dilema agobiante es afrontar cuanto antes el hecho de que ninguno
de nosotros somos realmente insustituibles. Antes que preocuparte en exceso por
dejar de ser prescindible debes vivir con ello. La clave es reinventarse
constantemente y preocuparse por crear valor, pero sin creerse único.
2.
Quienes trabajan en una gran corporación lo tienen más fácil, porque en
empresas de gran tamaño se oculta con más facilidad la incompetencia.
3. La organización que genera muchas
personas imprescindibles suele provocar frustraciones una vez que alguna de
ellas desaparece.
4. Puede parecerte extraño, pero no
está de más abogar por el concepto de ser prescindible, tomándolo desde una
perspectiva positiva: imagínate que tras una ausencia prolongada del jefe o de
un empleado, no pasa absolutamente nada, todo funciona igual o mejor y apenas
se nota... En realidad, tenemos la obligación de asegurarnos que, a pesar de
que las personas no estén, todo continúe funcionando. En el caso del jefe que
tras una larga etapa vuelve al trabajo y se ve que todo sigue funcionando, hay
que pensar que uno tiene un gran equipo que le ha cubierto las espaldas.
5. Piensa que entre los que más
posibilidades tienen de ser olvidados tras una ausencia prolongada están los
que nunca hablan oficialmente, quienes se muestran habitualmente ambiguos y se
esfuerzan en la justa medida; casi nunca proponen soluciones y son defensores a
ultranza de la teoría que reza “si siempre se ha hecho así, para qué cambiar”...
6. Ten en
cuenta la tarea que desarrollas cuando analizas tu grado de prescindibilidad:
si ésta no es muy cualificada, siempre habrá alguien que pueda llevarla a cabo
sin que se note tu ausencia. Pero puede ocurrir que el trabajo sea muy
cualificado.
En ese caso, si faltas durante un
tiempo y no pasa nada, o descubres que esa tarea no resulta tan necesaria como
se pensaba, es hora de replantearse las cosas.
Reacción
Reacción
Más que preocuparte de cómo dejar de
ser prescindible debes acostumbrarte a vivir con ello: reinvéntate, añade valor
y ten en cuenta que la gente prefiere trabajar con ‘optimistas inteligentes’,
proactivos y que tiendan a la crítica constructiva.
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